viernes, 4 de mayo de 2012

solos y mal acompañados

Durante estas últimas semanas (no puedo asegurar si ha sido en el plazo de un mes o de dos), Esther se ha ido de viaje de trabajo dos veces durante el periodo en el que los niños estaban con ella.

Sí. Eso que en la demanda de divorcio aseguró que no ocurriría jamás porque tenía un acuerdo con su jefe para que así fuera.

En los meses anteriores, ha ocurrido muchas otras veces, pero ahora parece que se le están acumulando los viajes.

El caso es que ha dejado a los niños con Bruce.

Iba a escribir alguna apreciación personal. Pero creo que renunciaré a hacerlo. En su lugar, relataré lo que los niños nos han contado tal y como nos lo han contado, respecto a estos dos últimos viajes de su madre.

En el primer viaje, durante la noche que se quedaron con él, Pablo nos contó que abrió una botella de Ruavieja, "del verde", cuando iban a cenar. Cuando se levantó a las 7 de la mañana, la botella estaba terminada.

Ruavieja. Ese aguardiente gallego de 30º.

Sí, efectivamente, la noche que se quedó él solo al cuidado de los niños.

La segunda noche, para no ser menos, se fundió medio tetrabrick de 5 litros de vino.



"Está siempre bebiendo", dicen los niños. "O vino, o aguardiente o lo que sea. Siempre tiene un vaso en al mano."

Pues qué bien.

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