Vaya semanita llevamos.
Pablo tuvo una lipotimia en el cole el viernes por una bajada de tensión. Una movida: llegó una ambulancia del 112, los niños de su clase llorando... No era nada, pero resultaba muy aparatoso.
Cuando le preguntaron a Pablo el teléfono de sus padres, dio el de JL , claro.
Fuimos a buscarle, le trajimos a casa y se pasó toda la tarde durmiendo.
Su madre, le llamó esa tarde exclusivamente para reñirle porque el colegio hubiera llamado por teléfono a su padre en lugar de a ella. No para preguntarle cómo estaba. Y eso que se le notaba en la voz que se encontraba fatal.
Al día siguiente, el pobre se levantó con unas anginas tremendas: le dolía tanto que no podía ni tragar saliva, tenía fiebre altísima... Así todo el fin de semana.
El médico le recetó antibíótico, antipiréticos, antiinflamatorios y de todo. No tenía fuerzas ni para comer.
Pablo estuvo conmigo toda la mañana del lunes. Durmiendo la mayor parte del tiempo. Se despertó por la insistencia de las llamadas de su madre, empeñada en saber a qué hora lo íbamos a llevar a su casa.
- Pues, mamá, no sé, no me encuentro bien.
Pero esa respuesta no valía. Llamó cuatro veces entre las 12, que se levantó Pablo, y la una y media. Hasta yo escuchaba los gritos al otro lado exigiendo conocer la hora exacta a la que yo le iba a llevar. No entendíamos el sentido. Ella nunca está en casa a esa hora y, en cambio, su asistenta siempre está desde un par de horas antes hasta tres o cuatro horas después.
Eso fue el lunes. El miércoles lo entendimos.
Preguntaba a los profesores y a los amigos si le podían decir algo.
Se fue, incluso a hablar con la tutora de Pedro para contarle lo mismo.
Lástima que le saliera el tiro por la culata. El miércoles, Pablo tampoco fue al colegio, pero sí a clase de inglés. Cuando le vieron, sus compañeros corrieron a hablar con él, a preguntarle cómo estaba. Le dijeron que su madre había estado preguntando por él en el colegio dos días antes.
- Ya. Para dar pena - les contestó él, avergonzado.
De verdad, que es una pesadilla tener que estar así.
Pero ¿qué tiene esa mujer en la cabeza??
Pablo tuvo una lipotimia en el cole el viernes por una bajada de tensión. Una movida: llegó una ambulancia del 112, los niños de su clase llorando... No era nada, pero resultaba muy aparatoso.
Cuando le preguntaron a Pablo el teléfono de sus padres, dio el de JL , claro.
Fuimos a buscarle, le trajimos a casa y se pasó toda la tarde durmiendo.
Su madre, le llamó esa tarde exclusivamente para reñirle porque el colegio hubiera llamado por teléfono a su padre en lugar de a ella. No para preguntarle cómo estaba. Y eso que se le notaba en la voz que se encontraba fatal.
Al día siguiente, el pobre se levantó con unas anginas tremendas: le dolía tanto que no podía ni tragar saliva, tenía fiebre altísima... Así todo el fin de semana.
El médico le recetó antibíótico, antipiréticos, antiinflamatorios y de todo. No tenía fuerzas ni para comer.
Por supuesto, el lunes no pudo ir al colegio.
JL le había mandado a su madre un correo electrónico adjuntándole los informes médicos, la medicación necesaria y explicándole todo lo que había pasado.
Pablo estuvo conmigo toda la mañana del lunes. Durmiendo la mayor parte del tiempo. Se despertó por la insistencia de las llamadas de su madre, empeñada en saber a qué hora lo íbamos a llevar a su casa.
- Pues, mamá, no sé, no me encuentro bien.
Pero esa respuesta no valía. Llamó cuatro veces entre las 12, que se levantó Pablo, y la una y media. Hasta yo escuchaba los gritos al otro lado exigiendo conocer la hora exacta a la que yo le iba a llevar. No entendíamos el sentido. Ella nunca está en casa a esa hora y, en cambio, su asistenta siempre está desde un par de horas antes hasta tres o cuatro horas después.
Eso fue el lunes. El miércoles lo entendimos.
Cuando yo le confirmé que llevaría a Pablo a su casa a las 2, ella aprovechó el momento.
Mientras yo estaba con Pablo camino de su casa, se presentó en el colegio. Empezó a preguntar por él con gesto desesperado, diciendo que se había enterado por un vecino del desmayo de su hijo, que no había podido hablar con él en todo el fin de semana, que no le habíamos dejado verlo. Que no sabía que seguía enfermo y no había ido al colegio. Que dónde estaba.
Mientras yo estaba con Pablo camino de su casa, se presentó en el colegio. Empezó a preguntar por él con gesto desesperado, diciendo que se había enterado por un vecino del desmayo de su hijo, que no había podido hablar con él en todo el fin de semana, que no le habíamos dejado verlo. Que no sabía que seguía enfermo y no había ido al colegio. Que dónde estaba.
Preguntaba a los profesores y a los amigos si le podían decir algo.
Se fue, incluso a hablar con la tutora de Pedro para contarle lo mismo.
Lástima que le saliera el tiro por la culata. El miércoles, Pablo tampoco fue al colegio, pero sí a clase de inglés. Cuando le vieron, sus compañeros corrieron a hablar con él, a preguntarle cómo estaba. Le dijeron que su madre había estado preguntando por él en el colegio dos días antes.
- Ya. Para dar pena - les contestó él, avergonzado.
De verdad, que es una pesadilla tener que estar así.
Pero ¿qué tiene esa mujer en la cabeza??