martes, 17 de enero de 2012

Mi hijo favorito

Siempre me ha alucinado lo de tener un hijo favorito. Hacer diferencia entre uno y otro.

Durante los últimos tres años, en casa de su madre, Pablo ha sido el favorito: el rey de la casa. Tenía bula para todo, era el confidente de mamá... Mamá le contaba sus problemas sentimentales, sus problemas de trabajo...

Aunque nunca les ha comprado las cosas necesarias, de vez en cuando, Pablo se veía agasajado con un regalo extraordinario. Un móvil de última generación, el derecho a tener Facebook a una edad a la que ningún otro niño lo tenía, una bici nueva...

Mientras tanto, Pedro estaba ahí, como un convidado de piedra.

Desde este verano, las cosas han cambiado: Pablo ha pasado a ser un apestado.

A veces, sobrevive entre broncas, gritos y amenazas.

Últimamente, su madre le ha echado la culpa de que su novio la dejara. También le ha echado la culpa de que dos amigos suyos dejaran de salir juntos... dentro de poco va a ser el culpable del hambre en el mundo. Seguro.

Otras veces, simplemente, no existe.

En cambio, Pedro ahora tiene derecho a todo: nunca hay castigos para él, nunca tiene ninguna obligación: es su niño bonito.

Como ya he contado, los Reyes de Pablo han sido dos camisetas y unos gayumbos tamaño adulto.

Los de Pedro, algo más de ropa, un Samsung Galaxy, un Tablet, un helicóptero radio-control.

Vale que el Tablet se lo quedará su madre, en realidad. Pero los Reyes, se lo han puesto a él.

Los dos están perplejos con esta situación. Les cuesta manejarla. Ven la injusticia de antes, y también la injusticia de ahora.

Yo, sencillamente, no entiendo el motivo de hacerles sufrir así.

Ni qué busca con ello.

Lo he pensado mucho. Sólo encuentro dos explicaciones: que el machacado sienta que debe luchar por su amor, o hacerles sentir que es ella quien tiene el poder.

Los dos me parecen horribles.

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