Empezamos bien los días con los niños: a Pedro se le ha olvidado el móvil en casa de su madre y a Pablo, el ordenador.
El problema es que el móvil de Pedro lo usamos para avisarle de que tiene que salir a tiempo del taller de fotografía para ir a natación, y cosas así; y para cuando va a jugar con un amigo, tenerle localizado.
Y el ordenador es aún peor, porque es el que Pablo usa en el colegio, y lo necesita para las clases.
Pedro se dio cuenta enseguida de que se le había olvidado el móvil, y llamó a su madre a las 2.30 PM para ver si se lo podía acercar.
Por supuesto, ella le dijo que no, que estaba trabajando (sale a las 3.00 PM).
- ¿Y cuando salgas?, le preguntó Pedro, preocupado, porque conoce su tendencia al despiste. Y porque sabe que no puede salir de casa solo sin el móvil, y él quiere irse a jugar con Víctor.
- Después, tampoco, contestó ella.
- ¿Pero, por qué?
- Pues porque no puedo.
La primera, en la frente.
Esta mañana, a eso de las 7.45 AM, Pablo se ha dado cuenta de que a él, lo que se le había olvidado, era el portátil. Su madre, coge el metro al lado de nuestra casa a las 8.15 AM.
Así que, lo que ha hecho ha sido llamarle para que se lo acerque, y recogerlo nosotros en el metro (desde el móvil de JL, porque a él le tiene bloqueadas las llamadas).
No sólo no ha cogido el teléfono, sino que ha rechazado las llamadas. Una, dos, tres y cuatro veces.
Entonces, Pablo le ha mandado un sms para que supiera que no era JL quien llamaba, sino él, y para explicarle lo que pasaba: que necesitaba que le acercara el portátil porque le iba a hacer falta en el cole.
No le ha contestado, así que, ha vuelto a llamarle desde el móvil de JL. Y ella, le ha vuelto a colgar otras tres veces.
El uno se ha quedado sin móvil y el otro, sin portátil.
¿Por qué no vamos nosotros a por él, os preguntaréis? No es la primera vez que nos pasa esto, claro. Pues no vamos nosotros porque, cuando llegamos, nos dice que no está en casa, y que no puede acercarse. Y que no va a organizar su vida como a nosotros nos da la gana.
Así son las cosas, y así se las hemos contado.
El problema es que el móvil de Pedro lo usamos para avisarle de que tiene que salir a tiempo del taller de fotografía para ir a natación, y cosas así; y para cuando va a jugar con un amigo, tenerle localizado.
Y el ordenador es aún peor, porque es el que Pablo usa en el colegio, y lo necesita para las clases.
Pedro se dio cuenta enseguida de que se le había olvidado el móvil, y llamó a su madre a las 2.30 PM para ver si se lo podía acercar.
Por supuesto, ella le dijo que no, que estaba trabajando (sale a las 3.00 PM).
- ¿Y cuando salgas?, le preguntó Pedro, preocupado, porque conoce su tendencia al despiste. Y porque sabe que no puede salir de casa solo sin el móvil, y él quiere irse a jugar con Víctor.
- Después, tampoco, contestó ella.
- ¿Pero, por qué?
- Pues porque no puedo.
La primera, en la frente.
Esta mañana, a eso de las 7.45 AM, Pablo se ha dado cuenta de que a él, lo que se le había olvidado, era el portátil. Su madre, coge el metro al lado de nuestra casa a las 8.15 AM.
Así que, lo que ha hecho ha sido llamarle para que se lo acerque, y recogerlo nosotros en el metro (desde el móvil de JL, porque a él le tiene bloqueadas las llamadas).
No sólo no ha cogido el teléfono, sino que ha rechazado las llamadas. Una, dos, tres y cuatro veces.
Entonces, Pablo le ha mandado un sms para que supiera que no era JL quien llamaba, sino él, y para explicarle lo que pasaba: que necesitaba que le acercara el portátil porque le iba a hacer falta en el cole.
No le ha contestado, así que, ha vuelto a llamarle desde el móvil de JL. Y ella, le ha vuelto a colgar otras tres veces.
El uno se ha quedado sin móvil y el otro, sin portátil.
¿Por qué no vamos nosotros a por él, os preguntaréis? No es la primera vez que nos pasa esto, claro. Pues no vamos nosotros porque, cuando llegamos, nos dice que no está en casa, y que no puede acercarse. Y que no va a organizar su vida como a nosotros nos da la gana.
Así son las cosas, y así se las hemos contado.
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