Tenemos a los niños desde el miércoles. Esta vez, los dos vinieron
sin teléfonos móviles.
El jueves, su madre llamó al teléfono de JL mientras él estaba
en el gimnasio. JL le dijo que los niños estaban conmigo en casa, haciendo los
deberes; que me llamase a mí.
A partir de ahí, se desencadenó una locura de sms: ¿Quiero hablar con los niños y me cuelgas?
Luego te dedicas a enviarme mensajes con mentiras de que yo no te permito
hablar con ellos. Lo intentare una vez mas y sino tomare medidas (¿¿medidas???).
JL le mandó otro que decía: Te he contestado que llames a mi mujer, están con ella. Haz lo que
consideres.
Y ella: Yo no tengo xq
llamar a quien no conozco. Deduzco que no estás con ellos. Si no están con su
padre deberían estar con su madre. Espero que cuando veas a los niños les
permitas devolverme la llamada desde tu tlfno.
A esto siguió una escalada sin sentido en donde ella le
acusaba de dejar a los niños tirados por ahí con tal de robárselos a su madre,
le instaba a superar el divorcio, después de cuatro años, y no sé cuántas cosas
más.
No sería tan patético si no fuera porque llevamos tres años
teniendo que hacer entre veinte y cuarenta llamadas (al teléfono de Pablo, al
de Pedro, al de casa, a los dos de su madre y, a veces, incluso al del novio de
turno de ella) cada vez que queremos hablar con los niños y están con ella. Y
no siempre lo conseguimos. Los de los niños, ella los pone en silencio, los
apaga o los esconde. El de casa, lo descuelga, los de ella, sencillamente, no
los coge.
Tampoco sería tan patético si no fuera porque nosotros jamás
los dejamos solos, y ella los deja solos varias veces a la semana con cualquier
disculpa: lo mismo vale que va a comprar tabaco, que va a ver a una vecina o
que se va a tomar una cervezas.
Además, JL entra a trabajar una hora más tarde de su horario
y sale una hora pronto por estar con ellos siempre que los tenemos. Tiempo que
luego tiene que recuperar cuando no están con nosotros, claro. En cambio, ella
se va de casa hora y media antes de que entren en el colegio y vuelve a casa
varias horas después. A pesar de que sale del trabajo a la misma hora que ellos
salen del colegio.
Tampoco sería tan patético todo esto si no fuera porque,
cuando le toca tener a los niños, la mitad del tiempo se los deja a alguien
para poderse ir de juerga sin ellos. Y para eso valen vecinos, amigos de los
niños, hijas de amigas suyas o cualquiera. Ni siquiera los deja con sus
hermanas. Supongo que estarán hasta las narices de echar un cable y que eso
nunca tenga compensación por parte de ella.
Y tampoco sería tan patético si no fuera porque me conoce
desde hace tres años, cuando se coló en Feria en la caseta de JL exigiendo que
le invitáramos a una cerveza. Y porque, después de eso, nos hemos encontrado en
los juzgados, en el colegio de los niños, en el supermercado o en los bares de
alrededor tantas veces que he perdido la cuenta.
Porque lo cierto, es que se aburre con ellos. No le gusta
estar con los niños. Y esto es algo tan descarado, que hasta ellos se dan
cuenta. Y les duele. Les duele sentir que su madre no hace más que buscar la
forma de quitárselos de encima.
Después de los tropecientos sms que le mandó a JL, por
supuesto, él le pasó con los niños en cuanto llegó a casa, media hora más
tarde. Y digo por supuesto, porque nosotros somos tontos y siempre procuramos
que los niños hablen con su madre.
Se puso a pegarles gritos de qué estaban haciendo, con quién
y por qué se habían quedado solos. Ellos, agobiados como siempre que tienen que
soportar ese bombardeo, le contestaron que no se habían quedado solos, que
habían estado haciendo los deberes conmigo.
Ufffff…
Habló unos dos minutos con cada uno: lo justo para que se
comieran la bronca correspondiente.
Y después de tanto drama, no ha vuelto a llamarles hasta
ahora: viernes (por supuesto: no les va a llamar el viernes de cervecitas),
sábado (ni durante la juerga del sábado sabadete), ni en lo que va de domingo.
Como mucho, les llamará esta noche, para que no le puedan
preguntar que por qué no les ha llamado más que una vez en toda la semana.
Daría risa si no fuera tan triste.
Pues no. El domingo, tampoco les llamó.
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